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sexta-feira, 5 de junho de 2015

YUJA WANG! UMA DAS MAIS JOVENS E CONSAGRADAS PIANISTAS NO MUNDO, APRESENTAÇÕES COMPLETAS DA BELA E TALENTOSA PIANISTA CHINESA!












YUJA WANG, TALENTOSA, PERFEITA COMO UM ANJO, DIVERTIDA E INOCENTE COMO UMA CRIANÇA






























YUJA WANG PLAYS TURKISH MARCH











 

Una entrevista de Rodrigo Carrizo Couto
La joven pianista Yuja Wang se ha erigido en pocos años como un referente ineludible de su instrumento a nivel mundial.


Su carrera internacional comenzó en Suiza hace siete años y pasa por el Festival de Verbier, donde se realizó esta entrevista exclusiva.  Con apenas 23 años, Yuja Wang se ha convertido en una de las grandes promesas de salvación para la industria discográfica, que atraviesa tiempos tormentosos. La joven china nos recibe en el lujoso “Chalet d’Adrien”, en los altos de Verbier. Esta pequeña ciudad suiza celebra en julio uno de los festivales musicales más prestigiosos (y exclusivos) del mundo.

P: Su début en Europa tuvo lugar en Suiza. Y Verbier ha significado mucho en su carrera. ¿Puede decirse que tiene usted una relación especial con nuestro país?

Yuja Wang: Sin duda, es un lugar que significa mucho. He debutado con el maestro David Zinman y la orquesta de la Tonhalle de Zürich en 2003. Posteriormente he tocado varias veces en el Festival de Lucerna

P: ¿Y cual es su relación con Verbier?

Y.W.: Aquí es conocí al director del sello Deutsche Grammophon y a mi patrocinador principal, Rolex. Es obvio por tanto que Suiza ha significado mucho en mi carrera. Aparte de eso, Verbier tiene una característica única. Es el único lugar del mundo donde los músicos tenemos tiempo para ir a escuchar a nuestros colegas! (risas) Lo malo es que me causa de gran stress tocar aquí, pues entre el público hay gente como Menahem Pressler, Yevgueny Kissin o Martha Argerich (nda: reconocidos pianistas)

P: ¿Cómo ve el panorama musical chino?

Y.W.: Yo me fui de China con 14 años, y volví por vez primera con el director Claudio Abbado y la Orquesta del Festival de Lucerna. Descubrí otro país, que me sorprendió mucho.

P: ¿Porqué hay tal interés en la música europea en China?

Y.W.: La música clásica occidental es una forma de arte relativamente nueva para los chinos, y muy profundamente respetada. Pero no se confunda, en China las audiencias están muy cultivadas y tienen un profundo sentido crítico, muy similar al del público europeo y suizo. Los chinos de hoy reciben un nivel de información muy similar al de los europeos y pueden comparar con buen criterio.

P: ¿Cómo pueden absorber el mercado y el mundo musical decenas de millones de pianistas y músicos de nivel profesional?

Y.W.: Hay que entender que los chinos que estudian piano no tienen todos la aspiración a una carrera profesional en la música. Para la mayoría, el piano es parte de una formación integral en la que entran otras materias. A veces creo que los chinos aspiran a ser una suerte de hombres del Renacimiento de hoy. Los chinos son gente de una curiosidad insaciable. A menudo en China siento que no sé nada. Me sorprende el grado de conocimientos que los jovenes chinos son capaces de manejar hoy en día. Un nivel muy distinto al que vemos, por ejemplo, en los Estados Unidos.

P: Usted y el otro gran pianista chino, Lang Lang, tienen algo en común: el mismo maestro de piano.

Y.W.: En efecto. Gary Graffman tiene, casi exclusivamente, alumnos asiáticos. Es curioso, pero se siente muy a gusto con jovenes de Asia. Suele comentar que los asiáticos aprendemos muy rápido, y que eso no es algo muy usual. Nos ha proporcionado, aparte de técnica y conocimientos, una enorme red de contactos puesto que conoce a casi todo el mundo que cuenta en el mundo de la música. Aparte, en Occidente podemos tocar con orquestas, lo que en China sigue siendo, por el momento, algo muy difícil.

P: ¿Existe algo que podamos llamar “escuela china de piano” como existen la rusa o la francesa, o es demasiado pronto para algo así?

Y.W.: A los chinos nos reconocen como excelentes técnicos, pero mi maestro proviene de la escuela rusa de piano. También he trabajado con maestros de técnica alemana, y yo absorbo todos esos conocimientos. O sea, la escuela china sería una combinación de esas distintas influencias musicales. Pero lo que realmente ayuda a construir una carrera es la individualidad. Y, para serle sincero, prefiero que no hablen de mí como “pianista china”, sino más bien como “música universal”.

P: Hablando de “individualidad”, qué pianistas han marcado su carrera?

Y.W.: Entre los pianistas vivos, me han dejado impresionada Radu Lupu e Ivo Pogorelich. Luego, obviamente, está Vladimir Horowitz. Y, dado que soy una mujer, no puedo olvidar a la gran Martha Argerich, que se encuentra también aquí en Verbier. De hecho, tengo una anécdota con Martha! Tuve que reemplazarla a último momento con la Sinfónica de Boston, tocando el Primer Concierto de Tchaikovsky. Así comenzó nuestra relación! Admiro mucho en Martha Argerich su generosidad, que la lleva a ayudar a tantos músicos en todo el mundo. Ella es una diosa del piano. Cada vez que sube al escenario se produce un milagro, aunque ella misma no pueda explicar cómo ese milagro se produce. (risas)

P: A menudo los especialistas del mundo de la música clásica observan el profundo desinterés de las generaciones jovenes. ¿Ocurre lo mismo en China?

Y.W.: No, al contrario. Allí, el 80 % del público está compuesto por padres con niños de menos de 15 años! Creo que el problema que usted menciona es fundamentalmente en Europa. En los Estados Unidos hay mucho público de menos de 30 años. Aunque es verdad que el gran problema es que la gente está intimidada por la música clásica.

P: Siendo usted tan joven, cómo piensa que se puede lograr atraer a la juventud?

Y.W.: Creo que la gente debe acercarse a la música clásica por su propio interés. No hay forma de obligar a la gente a amar una forma de arte.

P: ¿Cuales son sus proyectos a corto y mediano plazo?

Y.W.: No soy capaz de hacer planes más allá de una semana. Aunque por lo pronto sacaré un disco grabado en directo con obras de Rachmaninoff, dirigida por Claudio Abbado. Por lo demás, nunca sé lo que va a ocurrir. Acepto lo que me trae la vida sin pensar demasiado.

P: ¿Y cómo se imagina en la madurez, dentro de 20 años

Y.W.: Creo que ya soy una intérprete madura…pero si se refiere a la edad, le aclaro que odio el concepto de “madurez”. Espero que dentro de 20 años logre mantener el fuego de la juventud que todavía podemos escuchar en Martha Argerich. Esa mezcla de profundidad y juventud es el ideal.

P: ¿Podría usted vivir sin el piano?

Y.W.: Puedo imaginarlo. A mí me interesa la música en general y no sólo el piano, que no es otra cosa que un instrumento para hacer música. Aunque no me puedo imaginar haciendo cosas como dar clases de música. No tengo la paciencia y no sabría que explicar a los estudiantes. (risas)

P: ¿La vida de un concertista de primer nivel debe ser agotadora, no?

Y.W.: En efecto. Estoy dando más de 100 conciertos por año, y eso es algo que no me gusta. Cuando la música se convierte en un trabajo hay algo que falla. A menudo sueño con dar menos recitales, pero que cada presentación sea un evento único e irrepetible.

P: ¿Tener éxito es tan duro entonces?

Y.W.: El éxito no pasa solamente por tocar bien el piano. Llevar adelante una carrera internacional implica habituarse a los viajes constantes. Y a mucha soledad.

P: Una curiosidad. ¿Con qué pasaporte viaja usted por el mundo?

Y.W.: Soy ciudadana china, con una Green Card de residente en los Estados Unidos.

P: ¿Qué hace usted para divertirs

Y.W.: No me gusta el rock. Es demasiado fuerte para mis oídos. Tampoco me gusta ir a discotecas. Lo que sí me gusta mucho es el jazz, aunque aún no me he atrevido a tocarlo. En cuanto a mi tiempo de ocio, me encanta nadar, leer y ver películas.

P: ¿Hay algo que le gustaría decir que no le hayamos preguntado?

Y.W.: No. Pero me alegra que por una vez un periodista no me haya hecho hablar de mis novios y de mi vida privada.

P: ¿Novios?

Y.W.: Bueno…en este momento sólo tengo uno! (risas)


Rodrigo Carrizo Couto, Texto y Fotos Verbier, julio de 2010 La versión editada de esta entrevista fue publicada por el diario “El País” el 21 de julio de 2010.

Yuja Wang nació en Beijing en 1987 en el seno de una familia de músicos Comenzó sus estudios de piano a los seis años en el Conservatorio de Beijing. Posteriormente, se mudó a Canadá a los 14 años y continuó su formación en Estados Unidos con el célebre pianista Gary Graffman, quien fuera maestro del otro gran pianista chino de hoy: Lang Lang Su primera presentación en Occidente tuvo lugar en 2003 con la prestigiosa orquesta de la Tonhalle de Zürich, en Suiza.

Su primera actuación en Verbier le valió importantes contratos discográficos y de espónsoring Su disco debut fue producido por el prestigioso sello alemán Deutsche Grammophon en el año 2009. Pronto se publicará un nuevo CD donde interpreta obras de Rachmaninoff acompañada de Claudio Abbado y la Orquesta de Lucerna Es artista exclusiva del sello Deutsche Grammophon y “embajadora” de Rolex. Vive y trabaja en la ciudad de Nueva York.







N
o lindo cenário da Konzerthaus de Viena, acompanhada pela orquestra Tonhalle de Zurique e sob a batuta de Lionel Bringuier, o prodígio Yuja Wang deixou o público de boca aberta com esta execução do concerto número dois de Prokofiev. “Penso que tenho uma afinidade com Prokofiev porque ele é muito sarcástico, um desafio à autoridade e eu adoro-o. 

 Conheço o neto dele, que vive em Londres e é DJ e compositor”, diz a pianista. “O concerto número dois significa muito para mim. Ouvi-o pela primeira vez quando tinha 14 anos. Lembro-me de ter ficado arrebatada pela intensidade emocional desta peça. Não há uma única nota que esteja a mais. Todas elas têm um significado. A peça representa uma psicologia conflituosa”.




















Yuja Wang






YUJA WANG -SCRABINM SELECTINS FOR SOLO PIANO









YUJA WANG , MAIS UMA ENTREVISTA, SEMPRE MUITO SIMPÁTICA E ALEGRE 









YUJA WANG- TCHAIKOVSKY PIANO CONCERTO Nº 1






PROKOFIEV PIANO CONCERTO  Nº 02 IN G MINOR, OPUS 16 COM YUJA WANG

VOCÊ PODE VER ESSA ENTREVISTA DE YUJA WANG




"O concerto número dois significa muito para mim. Ouvi-o pela primeira vez quando tinha 14 anos. Lembro-me de ter ficado arrebatada pela intensidade emocional desta peça. Não há uma 


Numa entrevista sobre um determinado concerto: “O que vejo na minha cabeça é uma bruxa envolta em fumo. Há muita cor, muito fogo de artifício. Mas o significado é negro. Diria mesmo que é fantasmagórico. Psicologicamente é muito potente, chega a ser perturbador, mas eu adoro”. Nesta peça musical tão complexa, qual o movimento que intimida mais a pianista? “Todos os movimentos! O que mais impressiona é toda a energia necessária para executar a peça, tanto fisicamente como mental e psicologicamente, porque não pára, do princípio ao fim”. 

Além da música, Yuja Wang é viciada em moda e tem também outras grandes paixões. “Os amigos, sem dúvida, e a comida. Os chocolates”. Todos procuramos a perfeição, o que não significa não falhar notas, porque não somos máquinas, mas sim um estado de êxtase, algo que mexa com as pessoas, algo do poder da música que arrebate o público, é disso que estamos à procura. Por isso estou sempre tomando aviões de manhã para tocar à noite. Também recebo muito em troca”.
























































IUJA WANG EM PASSAGEM PELO BRASIL, MAIS EXATAMENTE POR SÃO PAULO, BRASIL
A passagem de Yuja Wang por São Paulo merece dois adjetivos: estarrecedora, inesquecível. Dona de uma técnica precisa, limpa, a pianista encantou. Jogou pó de pirilim-pim-pim na platéia e hipnotizou a Sala SP. Sua arte emudeceu os detentores do conhecimento do bem e do mal. Um momento memorável. Sem dúvida, a nova diva do piano mundial. A avalanche artística, que dava direito a cascaesperada. 


Como de costume, nos avisos dados antes do início dos concertos, uma gravação pedia a todos os presentes que desligassem seus celulares. Em seu recital de despedida de terras brasileiras, o público preferiu desobedecer ao pedido. E foi deselegante. Após apresentar-se por três dias consecutivos interpretando o colossal Concerto n.3 para piano e orquestra de Prokofiev, até por respeito, o público deveria ter sido mais educado. Na primeira parte do programa, por quatro vezes, celulares dispararam, furiosamente, com toques de chamada em estilo cavalaria. Parecia proposital. Como não poderia ser diferente, a pianista se desconcentrou. 


E eu me questionava: “será que as pessoas não ouviram o pedido realizado pela sala?” De minha poltrona, a distração também começou tomar contar de mim. Muitos dos presentes preferiram deixar seus aparelhos no modo silencioso. Na primeira fileira via-se um senhor enviando torpedos. Uma senhora ao meu lado checava seu facebook. Durante a execução dos Etude-Tableaux Op.39, de Rachmaninov, o festival de tosse tomou conta. Houve momentos em que as pessoas começaram a se entreolhartas de notas jorradas do piano em velocidade estonteante, encontrou no público, infelizmente, uma atitude in perplexas: não acreditavam muito no que estava ocorrendo. Foi aí que comecei a me convencer de que, talvez, tudo fosse proposital mesmo. Somente espero que, baseado no preparo e educação que verifiquei em alguns dos presentes, eles não tenham pensado que as tosses fizessem parte da obra… Imaginem vocês se, no momento 2:32 do vídeo acima, um festival de tosses ou um celular começasse a disparar… Pois bem, foi exatamente isso o que ocorreu. E a pianista fechou o programa precisamente com essa obra. 

Início da segunda parte. Um novo aviso é gentilmente veiculado na sala, pedindo aos presentes que encarecidamente desliguem seus celulares. Desta vez, o pedido também fez referência aos celulares que estavam no modo silencioso. De fato, a luz emitida pelos diversos aparelhos comprometia a penumbra da sala… Foi um aviso claro. Segundos antes de iniciar o último movimento da Sonata n.6 de Prokofiev (assista ao vídeo acima), Yuja Wang colocou-se em posição de ataque: seria a finalização da catarse grega daquela inesquecível tarde. É nesse momento que, agora na fileira anterior à minha, o celular de uma senhora dispara dentro de sua bolsa. Dopada, ou distraída, ou as duas coisas ao mesmo tempo, não sei, ela não tomava providência alguma. Seu olhar estava fixo no teto da sala, como se aquilo não fosse com ela, como se o aparelho não fosse dela. A pianista aguardou. Diversos segundos depois o celular foi desligado. Foi aí que Wang se reconcentrou para interpretar uma das páginas mais ousadas do repertório. 

 Durante a execução, os parentes da distraída senhora a recriminavam, com cochichos intermináveis. Que lástima! Enquanto isso, à minha direita, outra senhora ajeitava sua echarpe de peles enquanto admirava o anel de brilhantes que usava. O recital acabou. A artista foi ovacionada. Enquanto aplausos intermináveis pediam mais música – entre outras obras Wang se entregou à Toccata, de Prokofiev, de modo sobrenatural – diversas pessoas se retiravam da sala, sem nenhum tipo de escrúpulo. Senti vergonha alheia. Quando voltava para minha casa tomei consciência de que tudo aquilo que havia ocorrido não era maldade humana. Era despreparo. 

O homem moderno perdeu a capacidade de ouvir, de abrir-se ao outro, de sair de si mesmo em busca de tudo aquilo que não é ele mesmo. A música de concerto é música, como qualquer outra. Tem qualidade. Tem muita qualidade. O que a diferencia dos outros gêneros é a forma de escuta: pede silêncio, atenção. 

E é daí que vem o enriquecimento pessoal. Fica a lição. 







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